24 de febrero de 2013

Ciclo Mujer contra Poder




Ciclo “Mujer contra Poder”: Quesia acompañará a Isabel Escudero en el recital “Liberación de ‘la Mujer’

La poetisa Isabel Escudero estará dentro de unos días en el ateneo, como ya anunciábamos, pero además vendrá con la buena compañía de la voz y guitarra de Quesia, cantora que ha musicado algunos de sus versos. Las podremos escuchar a las dos el viernes 22 de febrero a las 19:30h en el recital “Liberación de ‘la Mujer‘”, dentro de las presentes jornadas “Mujer contra Poder“

8 de febrero de 2013

Poemas y canciones de Agustín García Calvo, Por Boni Ortiz e Ivan Sansegundo - Aula Popular José Luis García Rúa (24-01-2013)


Dentro de las jornadas de 2013 del Aula Popular José Luis García Rúa Pudo escucharse Este breve recital de poemas y canciones de Agustin Gacia Calvo (1926-2012), un homenaje Este gran poeta recientemente Desaparecido. Las recitaciones sonaron en La Voz de Boni Ortiz, MIENTRAS Que las Versiones musicales Salieron de la Voz y guitarra de Ivan Sansegundo. 
El acto tuvo Lugar en el Centro de Cultura Antiguo Instituto, en Gijón, el 24 de enero de 2013. 

Grabacion de Radio Cucaracha (Radio Qk), la Radio Libre de Oviedo (107.30 fm, http://www.radioqk.org/)

3 de febrero de 2013

Lo que hay que hacer con los muertos es comérselos

Conceptos como el de Pueblo, Memoria Histórica, Poder, Tiempo o Ciencia son el objeto de reflexión de estos bosquejos tomados de dos tertulias en el Ateneo de Madrid en las que participó Agustín García Calvo (1926-2012).
Cedidas por Las Aguas
24/01/13 · 19:58


Teresa Rodríguez Váz­quez resumió dos sesiones de la Tertulia Política del Ateneo de Madrid. En ellas, García Calvo habla sobre distintos temas como los que se presentan a continuación. Puedes bucear en más información sobre Agustín García Calvo en el blog Baúl de trompetillas y en la página dedicada al autor en la Editorial Lucina.
Resumen de la tertulia del 27-10-10


El sentido político de la tertulia

Es una guerra contra la mentira, y la mentira es una necesidad del Poder, que no puede vivir sin Fe, es decir sin mentira. Estamos contra el Poder por el camino de acabar con la Fe, acabar con la mentira que lo rige todo, la mentira que en el plano físico, en el social y en el psicológico nos hace creer en lo que el Señor necesita o quiere; y que desde luego se deja atacar con palabras, la razón todavía desmandada contra la razón convertida en ideas, en conocimientos, y ése es el sentido de esta guerra. De las dudas se alimenta esta guerra contra la Fe, las dudas son el enemigo activo de la Fe establecida.

Pueblo mezclado con personas

Una de las simplicidades que descubrimos es que en este tipo de cosas que nosotros somos (este tipo de cosas, los hombres, que aquí intentamos tratar como cosas en vez de la actitud normal, que es poner al Hombre enfrente de las cosas como siendo él el que sabe y las cosas las que se dejan saber) nos encontramos con que lo que hay es pueblo mezclado con personas. En la población humana en general se dan efectivamente personas y número de personas, esto es lo que el Poder sabe, lo que el Poder maneja, pero eso no es todo, porque queda también siempre (en la población y en cada uno) algo de eso que no se sabe, algo de pueblo-que-no-existe pero que está ahí haciendo lo que puede contra las ideas (la Fe) del Poder establecido. En cambio, personas se supone que sí se sabe lo que son; se sabe naturalmente en falso, como en la Realidad se saben todas las cosas: en falso. En la población hay personas y las personas no son todo. En ese ‘no ser todo’ está el pueblo.

El psicoanálisis lleva a descubrir la condición ideal de la persona de uno (la nada, el vacío)

Pensamos que, por un psicoanálisis de eso de la persona de uno, se puede llegar a descubrir la nada, el vacío, la condición meramente abstracta o ideal de uno, de eso del uno y de la persona de uno, la pretensión que cada persona tiene de ser no una cosa como las cosas, sino justamente eso que sabe y que se sabe, que es el que es, como Dios. Es por la práctica del psicoanálisis sobre esta pretensión de que cada uno crea que es el que es como se llega a descubrir la nada, el vacío de uno.

Es en ese sentido como estamos contra el individuo, contra el átomo (la pretensión de ser uno y por tanto indivisible) igual que contra el todo: porque justamente todo, uno, son esos ideales que desde Arriba se nos imponen, son las cosas que manda Dios, las cosas que la Fe necesita: todos, que por tanto pueden contarse; uno, que es uno entre los otros unos pero que por otra parte es único, singular, insustituible (y cuando él muere se acaba todo). Descubrimos la condición puramente ideal de esto que se nos impone y en ese sentido nos revolvemos lo mismo que contra la noción totalitaria (propia del Poder, la noción de todo y todos) contra la noción de uno y la Fe en uno: así como nunca somos todos, así nunca cada uno es uno.

El tratamiento de los muertos y la Memoria histórica

Esto que está pasando con la conmemoración y la Memoria histórica de los fusilados, etc., todo esto tan caro que mueve tanto Dinero, lo único que está diciendo es que se está usando a los muertos descaradamente para el movimiento del Capital como si fuera una industria notablemente productiva entre las otras industrias. La industria de los muertos es efectivamente productiva, mueve Dinero. Precisamente la profusión de los Medios dedicados a la celebración lo está demostrando: cuanto tanto se gasta es porque tanto se cree que se está ganando. Los ponemos al servicio del Dinero, con la conmemoración los traemos a la Realidad, y la Realidad es la del Capital y no otra, con lo cual efectivamente los hacemos resucitar no a la vida, que eso no se sabe lo que es, pero sí los hacemos resucitar al ser: porque el Dinero está en esa relación inmediata con el alma, con el ser el que se es. Y esto es lo más inmediato, lo más doloroso también, que uno puede recibir cuando se comporta ante esto como no creyente en todo lo posible, cuando se ha desengañado de todas las ideas acerca de los muertos y demás.

La memoria viva frente a la memoria histórica (muerta)

Hay dos memorias que se combaten entre sí, a las cuales se las confunde bajo el nombre ‘memoria’. Lo de la Memoria histórica da la muestra más extrema de cómo se quiere llegar a confundirnos; entre Historia y memoria no cabe casamiento: Historia quiere decir la memoria reducida a fechas, a documentos, ésta es la memoria muerta. Y como no es eso todo lo que hay como memoria, hay una memoria viva que es la memoria que no sabe de qué precisamente es memoria y mucho menos sabe de cuándo es ni con precisión de dónde; es una memoria imprecisa que nos asalta de vez en cuando (cuando más descuidados estamos) y nos hace vivir aquello, lo mismo si el resultado es que nos conmueve en un deliquio amoroso que si es que nos hace venir las lágrimas a los ojos estando solos; esa memoria demuestra su vida actual entre nosotros y es ésa a la que se mata cuando se la hace Historia.

¿Qué hay que hacer con los muertos?

Aquí se recomienda que se les deje la libertad de no ser lo que son aprovechando ahora que están muertos precisamente, que es lo mismo que deseamos para cualquiera de nosotros los vivos: la libertad de no ser el que se es; y de esa manera, la posibilidad siempre abierta de aflorar en una memoria que no se cuenta, que no sabe de años, que no sabe de nombres propios. Lo que hay que hacer con los muertos es comérselos, que se digieran lo mejor posible y que a lo mejor puedan criar en nosotros algo del venenillo que ellos podían tener y que les hacía de vez en cuando hacer algo contra el Poder en la forma que el Poder tuviera en sus tiempos, para seguir nosotros haciendo en nuestros tiempos lo mismo que ellos hacían en los suyos, porque, después de todo, la guerra es la misma.
Resumen de la tertulia del 8-12-2010

¿Cómo no hemos matado todavía el Tiempo, por lo menos un poco?

Después de los 15 ataques Contra el Tiempo (publicados en la editorial Lucina) y con los descubrimientos posteriores (que la Realidad no es todo lo que hay, que verdad en la Realidad no cabe, que cualquier cosa o suceso que sea real, por ello mismo no puede tener pretensiones de ser verdadero, que todos los líos que nos vienen vienen de, por culpa de, el hombre y su afán de ponerse enfrente de las cosas como el observador, el que sabe, en lugar de hacernos como cosas, reconocer que los hombres no somos más que un caso de cosa entre las cosas y que muchos de los problemas y angustias que nos vienen proceden de esta equivocación de ponernos frente a las cosas) no puede menos de ser algo desesperante que todavía con todo eso no hayamos matado el Tiempo.

Matar las ideas, los ideales, como el Tiempo

No se trata de matar algo vivo, palpable (de eso ya se encarga el Poder, que justamente está dedicado a la administración de muerte y a matarnos cualquier cosa que pudiera amenazar con salirse de los fines, con ser vida sin fin, y convertírnosla en meras realidades que se cuentan en un Tiempo real) sino, por el contrario, se trata de matar ideas, es decir, matar cosas que no sólo no viven sino que propiamente no existen, como el Tiempo, aunque ciertamente están costantemente interviniendo en la Existencia, costituyéndola, organizándola, contándola por números; no existen ellos, pero son las ideas, los ideales, que intervienen en, y que rigen la Existencia de las cosas, es decir, eso de que las cosas y nosotros entre ellas, en lugar de dejarnos vivir, nos dediquemos a existir, a ser reales, y por tanto nos resignemos al Tiempo real sobre el cual se funda esa Existencia. Nuestras vidas están reducidas a Tiempo, han dejado de ser vida para ser Tiempo contado: el progreso de la Sociedad humana ha llegado al Régimen del Bienestar, la Democracia desarrollada, la identificación de los Estados con el Capital, que consiste en un Futuro contado, el Dinero no es más que futuro —el de los créditos, las deudas, las hipotecas, los presupuestos anuales—; pero la seguridad que el Régimen del Bienestar nos vende está sujeta a la condición de que no pase nada imprevisto.

La Ciencia y la ideación del Tiempo

La Ciencia, nuestra Teología principal, tiene que ocuparse de que sigamos creyendo en el Tiempo, se dedica a producir milagros (aplicaciones técnicas, aparatos) para convencernos (desde que se fundó una Ciencia o Filosofía, con Aristóteles principalmente, lo que se estaba persiguiendo era eliminar el peligro de descubrir que no era verdad), aunque por otra parte, físicos y filósofos mezclados, no pueden perderse tampoco del todo el sentimiento de que hay contradicción, absurdo, engaños, mentiras, trampas, en todo lo que se piensa acerca del Tiempo, como se ve leyendo algunas de  las publicaciones que tratan del asunto.

La condición de la Ciencia (o Teología) es la defensa de la Realidad

Los científicos tratan de defenderse contra las aporías de Zenón de Elea (la más clara, ésta: "lo que se mueve, no se mueve ni donde está ni donde no está"), dando lugar a los problemas filosóficos de la continuidad y la discontinuidad, la línea, el punto; sostienen la noción absurda de ‘velocidad instantánea’, se preguntan si nociones como las de el punto (el instante) o el tramo (la línea) son nociones físicas o metafísicas, etc., teniendo sus explicaciones que darse dentro de la Realidad, y es que la condición de la Ciencia es la condición de cualquier Teología: están para defender la Realidad como algo tratable, verdadero, con lo que hay que resignarse, en contra de lo que la razón libre o el sentido común sugiere, porque simplemente tienen que seguir creyendo que la Realidad es todo lo que hay. Ésa es la Fe que cualquier Teología ha estado promulgando, sosteniendo e imponiendo.

La Realidad es discontinua por constitución

Si la Realidad no es todo lo que hay ni las cosas son cada una de ellas del todo lo que es ni nosotros somos cada uno el que es, sino más bien un lío, un embrollo de cosas, entonces dejamos de estar obligados a defender la Realidad como si fuera nuestra casa. La Realidad no puede menos de ser discontinua; es pretendidamente numérica, está compuesta de partes que tienen relaciones unas con otras, trechos que se miden, más o menos largos, es decir, es discontinua por constitución. La Realidad, nosotros, nuestras vidas traducidas a Tiempo, son discontinuas, por tanto la mención de la continuidad es inconcebible dentro de la Realidad. AHORA es algo que nos saca inmediatamente de la Realidad. AHORA tiene la virtud de que cuando se dice ya no es AHORA, que no es que mida muy poquito, es que no mide nada, es que está fuera de la Realidad. Con AHORA va naturalmente la continuidad. Una continuidad de veras nos saca fuera de la Realidad; AHORA (que no es ni punto) y la noción de continuidad (que no es línea, ni sucesión de puntos, sino la verdadera infinitud, que no admite ni trechos ni principios ni fines, en la que toda realidad se está perdiendo) van lo uno con lo otro.

Las imposiciones del Poder sobre lo que era sin fin, continuo

Ya Kant, en la Razón pura, tenía que reconocer que las nociones de medida, de trechos, de discontinuidades aplicadas al tiempo, eran imposiciones de medida que venían impuestas desde fuera y que por tanto lo que había por debajo de esa imposición tenía que ser sin fin. Efectivamente las medidas, los números y todos los demás ideales que se imponen a nosotros, a las cosas, para constituirlas como Realidad, son imposiciones que vienen de Arriba, del Poder (de Dios, que es matemático), y por tanto, como tienen que imponerse sobre algo, quiere decir que aquello sobre lo que se imponen era sin fin, continuo, continuamente haciéndose-deshaciéndose, algo que hay de verdad por debajo de la realidad.

Disponible en:[http://www.diagonalperiodico.net/culturas/lo-hay-hacer-con-muertos-es-comerselos.html]

García Calvo, voz del pueblo que no muere


El recuerdo de Agustín García Calvo nos da el pie para introducir brevemente algunas de las circunstancias que rodearon su vida y algunos de los acordes de su pensamiento filosófico.

Luis Andrés Bredlow
22/01/13 · 16:40
Periodico Diagonal. Edición impresa



El 1 de noviembre murió en Zamora, a los 86 años, Agustín García Calvo, filólogo, lingüista, poeta, dramaturgo, ensayista y maestro de varias generaciones de descreídos y rebeldes. Nacido en Zamora en 1926, García Calvo fue catedrático de Filología latina en Sevilla desde 1959 y, desde 1964, en Madrid. En 1965, apoyó la revuelta estudiantil y fue expulsado de la universidad por decreto del régimen franquista. Durante cuatro años, enseñó en privado en la calle del Desengaño de Madrid, entre repetidas detenciones policíacas; en 1969, para evitar la cárcel, cruzó la frontera y se instaló en el Barrio Latino de París. Allí fundó en 1970, con algunos paisanos y amigos, la Comuna Antinacio­nalista Zamorana, que propugnaba la “liberación de la ciudad y comarca de Zamora” y la “desaparición del Estado español y del Estado en general”.

En 1976, ya convertido el régimen a la democracia, García Calvo regresó a España y a la cátedra de Madrid, que ocuparía hasta su retiro en 1997. Al contrario de tantos otros, nunca dejó de mantenerse fiel al espíritu rebelde de los años sesenta. “Les sugiero que el ’68 es hoy, y la rebelión de los estudiantes tan permanente como el sistema que la produce”, declaró, reconociendo que “cualesquiera de las cosas que haya hecho, más o menos políticas, viven de lo que aquello me enseñó o me desengañó”. Lecciones de desengaño que García Calvo iba prodigando infatigablemente en libros y panfletos, conferencias y colaboraciones en prensa (recogidas en los libros Actualidades; Noticias de abajo; Que no, que no y Avisos para el derrumbe), en poemas y canciones (muchas cantadas luego por Amancio Prada, Chicho Sánchez Ferlosio, Antonio Selfa y otros). Una vasta obra que no aspiraba a ser literatura ni filosofía, ni menos aún expresión de ideas u opiniones personales, sino “simple voz de lo que la gente corriente siente y querría decir si se dejara”.

Y lo que el pueblo dice –solía precisar– es “no”: no al Estado, al Dinero, al Trabajo, a las Ideas, al Futuro, al Desarrollo (con las mayúsculas honoríficas que, como herederos de Dios que son, se merecen). Lo malo es lo positivo: por eso, como advirtió a los ecologistas en una entrevista de 1985, “es también una táctica equivocada defender y exaltar positivamente cualquier cosa a la que se ama –llámese Vida, Naturaleza, Libertad y Amor mismo–, por cuanto que esa defensa o exaltación contribuye también a reducir esas cosas a ideas de ellas mismas, a someterlas a la abstracción dominante y por tanto al Poder”.

Mejor que nadie, García Calvo nos enseñó que la intransigencia no está reñida con la amabilidad y el buen humor, ni, desde luego, con la intervención en los asuntos de actualidad política: recordemos su apoyo público a los guerrilleros saharahuis en los ‘80, a los indígenas de la Amazonia y a los okupas del cuartel Viriato de Zamora, su tenaz defensa del ferrocarril contra la plaga del automóvil, su llamamiento a no declararse a Hacienda (“hay otros amores”), que le costó una acusación por fraude fiscal y el consiguiente escándalo en lo que él llamaba atinadamente “medios de formación de masas”.

Ese empeño político fue inseparable de la labor de García Calvo como lingüista (o, como él decía, gramático). Pues es en el lenguaje común y corriente (por oposición a las jergas de políticos y especialistas, pero también a los idiomas de Estado impuestos desde arriba por gobiernos y academias), en ese arte subconsciente que es la gramática del lenguaje hablado, que cualquiera sabe sin saberlo, donde se manifiesta eso que él llamaba “pueblo”, y que no es lo mismo que la mayoría, ni ningún conjunto de individuos (ya que el individuo es la institución nuclear del régimen y, por tanto, reaccionario por esencia), sino la razón común que opera por debajo de los individuos y de su conciencia.

Otro tanto cabría decir de la producción en verso de García Calvo, que emula sabiamente el arte de tradición popular, sus obras para teatro, ese arte de “descubrir la mentira de la vida”, sus estudios de prefilósofos antiguos, de Heráclito a Sócrates, en los que la razón común se vuelve contra la mentira de la realidad, o sus críticas de la ciencia como forma de fe heredera del mito y de la teología (Contra el Tiempo, Contra la Realidad, ¿Qué es lo que pasa?).

Desde 1997, García Calvo venía alentando la “guerra contra la Realidad” en la Tertulia Política del Ateneo de Madrid, que reune semanalmente a más de un centenar de participantes. En mayo de 2011 se unió, con los amigos de la tertulia, al movimiento de los “indignados” de la Puerta del Sol, tratando de disuadirlos de las tentaciones de ceder a la política oficial y sus procedimientos (votaciones, proyectos de reforma, reivindicaciones hacia arriba) e invitándolos a encarar las preguntas de verdadero interés político: cómo perder el miedo al derrumbe del régimen, cómo aprender a vivir sin Dinero, sin Estado ni burocracias planificadoras.

Para ello, lo primero que hace falta es darse cuenta de que el Poder no se sostiene sin la Fe: sin la Fe “ni un gatillo de revólver se apretaría” –escribió en el tratado De Dios–; nada más falso que las monsergas sobre el “fin de las ideologías” o la “falta de ideales de la juventud”, como si el Futuro o el Trabajo, la Economía y el Dinero (reducido ya cada vez más a puro crédito o Fe en el futuro) no fuesen ideales e ideología también. Por eso, hablar y razonar contra la Fe y contra las Ideas no es hacer “teoría”, sino acción práctica y efectiva (hablar es hacer), que, al deshacer la Fe, deshace también el Poder que sólo en la Fe está fundado.

Bien confirman los últimos sacudimientos de la economía mundial lo que García Calvo escribió en 1993, en Análisis de la sociedad del bienestar: “Para el derrocamiento de esta religión última (la Economía, la Idea del Dinero), basta con que se divulgue un tanto la sospecha de lo vano de esa Fe... para que amenace el descubrimiento del vacío del Dios-Dinero, para que rápidamente se resquebraje y se derrumbe un Imperio que está fundado todo en el Crédito, en la Fe”.

Entre las voces que nos han venido acompañando en esta faena interminable de decir “no” al Poder y a las ideas, pocas hubo de tan larga perseverancia como la de Agustín García Calvo; ninguna de tan vasto alcance de ocupaciones y curiosidades, ni de tan impertérrita y clarividente consecuencia en el desengaño. De Agustín García Calvo, hombre descreído también de posteridades y de inmortalidades literarias, queda el regalo siempre vivo de sus versos y de sus prosas, en los que resuena esa voz del pueblo que, como no es nadie, no muere nunca. //




Y llegó lo inesperado

De los modos de integración del pronunciamiento estudiantil es un breve panfleto escrito allá por 1970 en el que se daba vueltas en torno a las formas en las que se anula efectivamente cualquier revuelta (en este caso) estudiantil. Y así se enumera: insertándolas en los paradigmas capitalistas de éxito o fracaso, exigiéndoles un futuro (y, por tanto, vaciándolas de presente), confundiendo su lucha contra el poder con una lucha contra algunos de los nombres propios que accidentalmente lo enmascaran, dirigiendo sus protestas hacia arriba en vez de usarlas como motor de creación de lo común, imponiéndoles los mecanismos democráticos de diálogo con autoridades y representación... García Calvo llevaba toda una vida esperando a que llegara lo inesperado, y lo inesperado llegó.

Cante por Lucrecio

A veces da la sensación de que Agustín García Calvo sólo se sentía plenamente cómodo dialogando con los muertos. Pero, ¿cómo dialogar con los muertos? Hay un cante que dice: “A dar gritos me ponía / en la tumba de mi madre, / y escuché un rumor del viento: / ‘No la llames, me decía, / que no responden los muertos’”. Y sin embargo Agustín insistía, a través de los años, en dialogar con Lucrecio, con Parménides y Heráclito, con Machado. Llegaba a decir que el trabajo filológico era el modo más intenso de hacerlo. Y así lo hizo con uno de los textos más anómalos de todos los que nos han llegado: el De rerum natura, de Lucrecio. Su versión es rítmica (por momentos hasta cantable), cosa que parece chocar con un texto que la institución literaria etiqueta como un rancio tractatus filosófico.


La razón es el ritmo

El Tratado de Rítmica de Agustín García Calvo es, sencillamente, uno de los libros más importantes escritos en castellano. Si la lengua hablada está viva no es gracias a su funcionalidad, es más, es pese a su funcionalidad. Un funcionario es aquel que cumple una función, el que cuando recibe una orden, obedece; y la lengua, con todo, no es funcional. En el lenguaje, en el ritmo, está la razón común. Sin embargo, no se trata en este caso de un ensayo político, ni un ejercicio poético sobre el tema; es un tratado sesudo y académico en el que se desglosa el modo de funcionamiento del ritmo, su medida, sus figuras, sus variaciones en tal cantidad de idiomas y alfabetos que durante largo tiempo fue la pesadilla del imprentista que se hizo cargo del libro.

 Disponible en: [http://www.diagonalperiodico.net/culturas/garcia-calvo-voz-del-pueblo-no-muere.html]


Título:  Vidas y opiniones de los filósofos ilustres
Autores: Diógenes Laercio (Trad. Luis-Andrés Bredlow)
Editorial: Lucina - 534 págs.
Fecha de publicación: 1ª Edición: Mayo 2010. Rústica
Precio P.V.P:  36 € con IVA