29 de diciembre de 2017

En recuerdo de Luis Andrés Bredlow: “Las asambleístas”

publicado por • 28 diciembre, 2017 

Hartas de los interminables desastres a que ha llevado a la ciudad la política de los hombres, las mujeres de Atenas, hasta el momento excluidas de toda participación en los asuntos políticos, deciden tomar las riendas del gobierno. Mediante una hábilmente tramada conjura, que culmina en un golpe de Estado incruento, logra hacerse con el poder la Asamblea de las Mujeres, que acto seguido pone en marcha un programa de reformas revolucionarias: decretan la colectivización de la tierra y la comunidad de todos los bienes; todos los ciudadanos y todas las ciudadanas tendrán iguales derechos; todas las casas estarán abiertas a todos, y a todos proveerá la comunidad de comida abundante, de ropa y de todo lo útil y agradable. Eliminada la propiedad privada y, con ella, la penuria, desaparecerán los delitos de propiedad y los pleitos; los juzgados quedan reconvertidos en comedores públicos, y los actos de violencia que acaso todavía ocurran se castigarán eficazmente con la exclusión temporal de los banquetes comunes. Quedan abolidos el matrimonio y la familia; hombres y mujeres se juntarán libremente según sus deseos, dentro de una ley estrictamente igualitaria: los hombres, antes de gozar a las mujeres jóvenes y hermosas, serán obligados a satisfacer a las viejas y a las feas, e igual precepto regirá para las mujeres respecto a los hombres.
 
El discreto lector habrá adivinado –si es que no lo sabía– que esa singular revolución social no pertenece a la historia sino a la fabulación: se trata de la comedia Ekklesiázousai («Las asambleístas»), que el anciano maestro Aristófanes puso sobre las tablas en 393/392 a.n.e. Con todo, la burla, la caricatura, la parodia, debe serlo de alguien o de algo real para ser eficaz; alguien, en la Atenas de entonces, debió de haber preconizado unas medidas revolucionarias parecidas, siquiera remotamente, a las que pone en solfa Aristófanes en su caricatura escénica.

Podemos excluir, entre los posibles blancos, la célebre utopía de la comunidad de bienes y de mujeres que traza Platón en su República, tan lejos de los aires festivos e igualitarios de aquellas revolucionarias de la comedia, además de ser probablemente cerca de veinte años posterior a la obra de Aristófanes. Queda pensar en algún oscuro panfletista cuyo nombre y recuerdo se perdieron (pero lo bastante notorio en su momento como para que el público entendiera la broma), o acaso más bien en una vaga aspiración que alentaba entre la gente del pueblo, sin cuajar en texto escrito ni formulación doctrinaria; o tal vez en una conflación, deliberadamente grotesca, de temas diversos que agitaban las conversaciones del día: la igualdad de las mujeres; la democracia radical; las noticias de remotos pueblos bárbaros que compartían bienes y amores, acaso ya aprovechadas por algunos sofistas en sus críticas de las convenciones establecidas; el recuerdo legendario de una lejana edad de oro de abundancia y felicidad, que pervivía en los cantos de los poetas; las demandas populares de igualdad económica y reparto de las tierras…

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Luis Andrés Bredlow.
Extraído del libro “Días rebeldes: Crónicas de insumisión”.