Ácrata: qué
bonita palabra. “Ni dios, ni amo, ni estado”, vi pintar en un muro cerca de la
fábrica Roca, con soñadora caligrafía, a un barbudo con apretados pantalones de
campana, atuendo que se demostró poco idóneo cuando a continuación tuvo que
salir pitando delante de los grises, le hostiaron hasta en el cielo de la boca.
Hoy ya no se lleva la acracia: todos somos demasiado serios, demasiado
solidarios, estamos demasiado indignados. Pero hubo unos años, en aquella
transición hoy tan maltratada, en los que los anhelos revolucionarios no eran
incompatibles con el sentido del humor, con la ironía, con la arraigada
convicción de que la risa es más disolvente que los cócteles molotov. Cualquier
adolescente que se asomara a la vida por entonces (uno que fuera, yo qué sé,
feúcho y entusiasta, y que soñara con escribir poemas y al mismo tiempo militar
en un conjunto de punk-rock, por ejemplo, y que viviera en una ciudad no lejos
de Madrid famosa por sus almendras garapiñadas y sus muchos conventos) no podía
por menos que ojear fascinado “El Víbora”, o escuchar en la radio al Mariscal
Romero, o leer vorazmente la miríada de revistas y fanzines (lo que entonces se
llamaba la prensa underground o contracultural) que te demostraban que
el mundo era algo mucho más enriquecedor que estudiar una carrera y encontrar
un empleo...
...Pero estábamos
hablando de Moncho Alpuente. Sí, ya sé que he titulado este artículo / réquiem
/ homenaje / cosa como “El último ácrata”. ¿De verdad lo es? Murieron Agustín
García Calvo, el Maestro Reverendo e Iván Zulueta, Sisa y Pau Riba están
desaparecidos en combate, no sé nada de Nazario ni del Mariscal Romero ni de
Chicho Sánchez Ferlosio, Sabina está abotargado por su propio éxito, Gonzalo
García Pelayo hace mucho que ha abandonado su vertiente contracultural para
dedicarse al muy lucrativo hobby de reventar casinos, Lluis Llach se ha
convertido en requeté catalanista… Únicamente Krahe sigue dale que te pego,
fiel a su ideario antidogmático y sandunguero. Uf, pues va a ser que sí: la
cantera ácrata ya hace tiempo que no produce frutos apreciables... Leer el artículo en Amapolas y Gasolineras
Por Juan Carlos Muñoz