Ante
la pérdida de influencia de la Filosofía en los planes de estudio,
varios académicos reconstruyen cómo desde sus facultades se contribuyó
en los sesenta a la lucha por la democracia.
Aranguren, en la Facultad de Filosofía y Letras el 18 de octubre de 1976, el día que se reincorporó a su cátedra tras 11 años de suspensión. EFE
La facultad estaba tomada por la policía tras las últimas protestas. Unos 3.000 estudiantes acudieron a una asamblea en Filosofía y Letras. Exigían la disolución del sindicato franquista SEU (Sindicato Español Universitario). Los agentes golpearon a los estudiantes. Hubo detenciones. Las revueltas de aquel 24 de febrero de 1965 culminaron con la depuración de los catedráticos que apoyaban a los alumnos, como José Luis López Aranguren, Enrique Tierno Galván o Agustín García Calvo.
Medio siglo después, la Filosofía pierde peso en los institutos con la reforma educativa y hay un extenso debate sobre cómo la reestructuración de sus estudios pueden suponer también una amenaza para su futuro. Respecto a su pasado, la presencia de intelectuales que trajeron a España nuevas corrientes filosóficas desde las universidades en la década de los sesenta e influyeron en las generaciones posteriores les otorgó un papel significativo para abrir camino a la democracia.
“Las facultades de Filosofía fueron fundamentales en la lucha contra el Franquismo”, explica Cristina Hermida del Llano, profesora de Filosofía del Derecho en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y autora de dos libros y artículos sobre la obra de Aranguren. También destacaban otras Facultades como Derecho, pero la Antropología, la Lógica, la Historia del Pensamiento Político o las Cátedras de Ética y Sociología, se impartían en Filosofía, recuerda Hermida del Llano.
“Ejercer como intelectual implicaba para Aranguren no dejar de lado la triple crítica, moral y utópica. Porque, en primer lugar, el intelectual es un crítico y si abandona la crítica se convierte en un conformista parasitario. En segundo lugar, porque ha de ser conciencia moral de la sociedad. Y, en tercero, porque la tarea utópico-moral del intelectual es inseparable de la crítico-moral”, reflexiona la autora. Desde las cátedras de estos intelectuales comprometidos “se iba gestando dentro del ámbito universitario una red social de oposición a la dictadura que vendría a ser una pieza clave para la transición democrática”, escribe Hermida del Llano en su artículo La Lucha intelectual contra el Franquismo: Aranguren y Tierno Galván... Seguir leyendo