25 de febrero de 2019

Novedad editorial: Desnacer

Con la alegría de poder seguir acercando a la gente las voces de Agustín, éstas palabras que tanto nos llenan y acompañan (las cosas  que nos hablan en este caso), presentamos ahora este relato en forma de diálogo, conmovedor y trágico hacia la perdición o desnacimiento, que dejó sin título, pero que hemos llamado Desnacer, por una parte por la deducción que puede hacerse de la lectura, y por otra, por el uso que Agustín hacía a menudo del término en alguno de sus escritos, y que nos parecía ajustarse en este caso.
     El escrito es de los primeros que hemos trascrito después de su muerte junto al Sermón de dejar de ser y Yo misma, y que dejó preparado para su posible edición con algunas indicaciones que hemos dejado al principio del libro, como podrá observar el lector al abrirlo. Así que esto nos seguirá animando a husmear en las innumerables carpetas y escritos, que seguimos ordenando y trascribiendo, y siempre gratificantes y sabrosos.
    Esperando que llegue a buenos oídos, ahí lo lanzamos. 


«— A la mano los tienes cuantos haya: ya estás libre: ya lo has dejado aquí mi peso, y ahora ya eres yo: el que ve, según pasa, lo que hay y lo que se esconde, el que a las cosas o a la gente les pregunta, y el que oye lo que responden, y el que les cuente a los demás las aventuras de su desvarío ¡En marcha, ea!»
Fecha 1ª edición: 25 de Febrero de 2019
Agustín García Calvo
Español
Lucina 176 págs.
17x24 cm.
Rústica
ISBN: 978-84-85708-92-5 

15 de febrero de 2019

Domingo 17 de Febrero de 2019 12:30 h Ateneo de Madrid






FEBRERO 24, 2019
La romancera Victoria Gullón visita el colegio

"Teníamos una contada en la Cuarta Pared y yo estaba preparando el romance de Gerineldo. Por poco no lo cuento porque era un público especial, la mayoría universitarios o gente que iba mucho a la Cuarta. Yo iba aterrada porque pensaba “¿a quien le puede importar lo que pasó entre una infanta y un paje en el siglo VIII?” Yo me acordaba de trozos que nos cantaba mi abuela. Ella me dejó mucha esencia y poco texto, que digo yo, porque me acordaba de partes pero no del romance entero. Así que tuve que empezar a ver cómo se cantaba el Gerineldo y cómo era el Gerineldo en Zamora. ¡Qué suerte todas esas personas que han recogido los romances, retahílas, historias, canciones o refranes contados de viva voz y los publica en libros! Si no, no sé qué habría hecho yo. Entonces, lo encontré en unos fascículos que había publicado La Opinión de Zamora sobre temas tradicionales y romances y que yo había encuadernado. Pero no me gustaba cómo terminaba, era tajante y a mí no me cuadraba. Pues pensé “lo arreglo” y entonces llegó a mis manos el Ramo de romances y baladas de Agustín García Calvo y dije “esto es magnífico”. Entonces hice un apaño con parte del que yo tenía de La Opinión de Zamora y el recogido por él. Pienso que me salió redondo, con ese final de cantar de ciego. Empecé a ver que quedaba bien, a sentirme yo a gusto y que no me equivocaba porque, claro, era la primera cosa que yo me aprendía de memoria. Ten en cuenta que yo había hecho el taller con Magdalena Labarga. Y ahí no había nada de memoria, todo era contar anécdotas o cuentos. Y luego fue cuando Ana Herreros dijo que lo mío eran los romances, “¿¿¿qué???” dije yo, si además yo los detestaba por aquello de la Sección Femenina que nos lo hacía aprender de memoria. Yo tenía una sensación del romancero como algo muy de “memorieta”, de tener que aprenderlo como algo obligatorio. Se me había quedado la imagen última de mis doce, trece, catorce años y no la anterior, de cuando mi abuela lo cantaba o yo lo cantaba en la calle jugando o saltando a la comba, de cuando formaba parte de la vida cotidiana. Y me podía más la sensación aquella de tener que aprenderlo de memoria a la anterior, que era más florida, más hermosa, fíjate. Y a la gente le encantó, no me lo podía creer."... Leer entrevista