15 de febrero de 2019

Domingo 17 de Febrero de 2019 12:30 h Ateneo de Madrid






FEBRERO 24, 2019
La romancera Victoria Gullón visita el colegio

"Teníamos una contada en la Cuarta Pared y yo estaba preparando el romance de Gerineldo. Por poco no lo cuento porque era un público especial, la mayoría universitarios o gente que iba mucho a la Cuarta. Yo iba aterrada porque pensaba “¿a quien le puede importar lo que pasó entre una infanta y un paje en el siglo VIII?” Yo me acordaba de trozos que nos cantaba mi abuela. Ella me dejó mucha esencia y poco texto, que digo yo, porque me acordaba de partes pero no del romance entero. Así que tuve que empezar a ver cómo se cantaba el Gerineldo y cómo era el Gerineldo en Zamora. ¡Qué suerte todas esas personas que han recogido los romances, retahílas, historias, canciones o refranes contados de viva voz y los publica en libros! Si no, no sé qué habría hecho yo. Entonces, lo encontré en unos fascículos que había publicado La Opinión de Zamora sobre temas tradicionales y romances y que yo había encuadernado. Pero no me gustaba cómo terminaba, era tajante y a mí no me cuadraba. Pues pensé “lo arreglo” y entonces llegó a mis manos el Ramo de romances y baladas de Agustín García Calvo y dije “esto es magnífico”. Entonces hice un apaño con parte del que yo tenía de La Opinión de Zamora y el recogido por él. Pienso que me salió redondo, con ese final de cantar de ciego. Empecé a ver que quedaba bien, a sentirme yo a gusto y que no me equivocaba porque, claro, era la primera cosa que yo me aprendía de memoria. Ten en cuenta que yo había hecho el taller con Magdalena Labarga. Y ahí no había nada de memoria, todo era contar anécdotas o cuentos. Y luego fue cuando Ana Herreros dijo que lo mío eran los romances, “¿¿¿qué???” dije yo, si además yo los detestaba por aquello de la Sección Femenina que nos lo hacía aprender de memoria. Yo tenía una sensación del romancero como algo muy de “memorieta”, de tener que aprenderlo como algo obligatorio. Se me había quedado la imagen última de mis doce, trece, catorce años y no la anterior, de cuando mi abuela lo cantaba o yo lo cantaba en la calle jugando o saltando a la comba, de cuando formaba parte de la vida cotidiana. Y me podía más la sensación aquella de tener que aprenderlo de memoria a la anterior, que era más florida, más hermosa, fíjate. Y a la gente le encantó, no me lo podía creer."... Leer entrevista