Conceptos como el de Pueblo, Memoria Histórica, Poder, Tiempo o Ciencia son el objeto de reflexión de estos bosquejos tomados de dos tertulias en el Ateneo de Madrid en las que participó Agustín García Calvo (1926-2012).
Cedidas por Las Aguas
24/01/13 · 19:58
Teresa Rodríguez Vázquez resumió dos sesiones de la Tertulia Política del Ateneo de Madrid. En ellas, García Calvo habla sobre distintos temas como los que se presentan a continuación. Puedes bucear en más información sobre Agustín García Calvo en el blog Baúl de trompetillas y en la página dedicada al autor en la Editorial Lucina.
Resumen de la tertulia del 27-10-10
El sentido político de la tertulia
Es una guerra contra la mentira, y la mentira es una necesidad del Poder, que no puede vivir sin Fe, es decir sin mentira. Estamos contra el Poder por el camino de acabar con la Fe, acabar con la mentira que lo rige todo, la mentira que en el plano físico, en el social y en el psicológico nos hace creer en lo que el Señor necesita o quiere; y que desde luego se deja atacar con palabras, la razón todavía desmandada contra la razón convertida en ideas, en conocimientos, y ése es el sentido de esta guerra. De las dudas se alimenta esta guerra contra la Fe, las dudas son el enemigo activo de la Fe establecida.
Pueblo mezclado con personas
Una de las simplicidades que descubrimos es que en este tipo de cosas que nosotros somos (este tipo de cosas, los hombres, que aquí intentamos tratar como cosas en vez de la actitud normal, que es poner al Hombre enfrente de las cosas como siendo él el que sabe y las cosas las que se dejan saber) nos encontramos con que lo que hay es pueblo mezclado con personas. En la población humana en general se dan efectivamente personas y número de personas, esto es lo que el Poder sabe, lo que el Poder maneja, pero eso no es todo, porque queda también siempre (en la población y en cada uno) algo de eso que no se sabe, algo de pueblo-que-no-existe pero que está ahí haciendo lo que puede contra las ideas (la Fe) del Poder establecido. En cambio, personas se supone que sí se sabe lo que son; se sabe naturalmente en falso, como en la Realidad se saben todas las cosas: en falso. En la población hay personas y las personas no son todo. En ese ‘no ser todo’ está el pueblo.
El psicoanálisis lleva a descubrir la condición ideal de la persona de uno (la nada, el vacío)
Pensamos que, por un psicoanálisis de eso de la persona de uno, se puede llegar a descubrir la nada, el vacío, la condición meramente abstracta o ideal de uno, de eso del uno y de la persona de uno, la pretensión que cada persona tiene de ser no una cosa como las cosas, sino justamente eso que sabe y que se sabe, que es el que es, como Dios. Es por la práctica del psicoanálisis sobre esta pretensión de que cada uno crea que es el que es como se llega a descubrir la nada, el vacío de uno.
Es en ese sentido como estamos contra el individuo, contra el átomo (la pretensión de ser uno y por tanto indivisible) igual que contra el todo: porque justamente todo, uno, son esos ideales que desde Arriba se nos imponen, son las cosas que manda Dios, las cosas que la Fe necesita: todos, que por tanto pueden contarse; uno, que es uno entre los otros unos pero que por otra parte es único, singular, insustituible (y cuando él muere se acaba todo). Descubrimos la condición puramente ideal de esto que se nos impone y en ese sentido nos revolvemos lo mismo que contra la noción totalitaria (propia del Poder, la noción de todo y todos) contra la noción de uno y la Fe en uno: así como nunca somos todos, así nunca cada uno es uno.
El tratamiento de los muertos y la Memoria histórica
Esto que está pasando con la conmemoración y la Memoria histórica de los fusilados, etc., todo esto tan caro que mueve tanto Dinero, lo único que está diciendo es que se está usando a los muertos descaradamente para el movimiento del Capital como si fuera una industria notablemente productiva entre las otras industrias. La industria de los muertos es efectivamente productiva, mueve Dinero. Precisamente la profusión de los Medios dedicados a la celebración lo está demostrando: cuanto tanto se gasta es porque tanto se cree que se está ganando. Los ponemos al servicio del Dinero, con la conmemoración los traemos a la Realidad, y la Realidad es la del Capital y no otra, con lo cual efectivamente los hacemos resucitar no a la vida, que eso no se sabe lo que es, pero sí los hacemos resucitar al ser: porque el Dinero está en esa relación inmediata con el alma, con el ser el que se es. Y esto es lo más inmediato, lo más doloroso también, que uno puede recibir cuando se comporta ante esto como no creyente en todo lo posible, cuando se ha desengañado de todas las ideas acerca de los muertos y demás.
La memoria viva frente a la memoria histórica (muerta)
Hay dos memorias que se combaten entre sí, a las cuales se las confunde bajo el nombre ‘memoria’. Lo de la Memoria histórica da la muestra más extrema de cómo se quiere llegar a confundirnos; entre Historia y memoria no cabe casamiento: Historia quiere decir la memoria reducida a fechas, a documentos, ésta es la memoria muerta. Y como no es eso todo lo que hay como memoria, hay una memoria viva que es la memoria que no sabe de qué precisamente es memoria y mucho menos sabe de cuándo es ni con precisión de dónde; es una memoria imprecisa que nos asalta de vez en cuando (cuando más descuidados estamos) y nos hace vivir aquello, lo mismo si el resultado es que nos conmueve en un deliquio amoroso que si es que nos hace venir las lágrimas a los ojos estando solos; esa memoria demuestra su vida actual entre nosotros y es ésa a la que se mata cuando se la hace Historia.
¿Qué hay que hacer con los muertos?
Aquí se recomienda que se les deje la libertad de no ser lo que son aprovechando ahora que están muertos precisamente, que es lo mismo que deseamos para cualquiera de nosotros los vivos: la libertad de no ser el que se es; y de esa manera, la posibilidad siempre abierta de aflorar en una memoria que no se cuenta, que no sabe de años, que no sabe de nombres propios. Lo que hay que hacer con los muertos es comérselos, que se digieran lo mejor posible y que a lo mejor puedan criar en nosotros algo del venenillo que ellos podían tener y que les hacía de vez en cuando hacer algo contra el Poder en la forma que el Poder tuviera en sus tiempos, para seguir nosotros haciendo en nuestros tiempos lo mismo que ellos hacían en los suyos, porque, después de todo, la guerra es la misma.
Resumen de la tertulia del 8-12-2010
¿Cómo no hemos matado todavía el Tiempo, por lo menos un poco?
Después de los 15 ataques Contra el Tiempo (publicados en la editorial Lucina) y con los descubrimientos posteriores (que la Realidad no es todo lo que hay, que verdad en la Realidad no cabe, que cualquier cosa o suceso que sea real, por ello mismo no puede tener pretensiones de ser verdadero, que todos los líos que nos vienen vienen de, por culpa de, el hombre y su afán de ponerse enfrente de las cosas como el observador, el que sabe, en lugar de hacernos como cosas, reconocer que los hombres no somos más que un caso de cosa entre las cosas y que muchos de los problemas y angustias que nos vienen proceden de esta equivocación de ponernos frente a las cosas) no puede menos de ser algo desesperante que todavía con todo eso no hayamos matado el Tiempo.
Matar las ideas, los ideales, como el Tiempo
No se trata de matar algo vivo, palpable (de eso ya se encarga el Poder, que justamente está dedicado a la administración de muerte y a matarnos cualquier cosa que pudiera amenazar con salirse de los fines, con ser vida sin fin, y convertírnosla en meras realidades que se cuentan en un Tiempo real) sino, por el contrario, se trata de matar ideas, es decir, matar cosas que no sólo no viven sino que propiamente no existen, como el Tiempo, aunque ciertamente están costantemente interviniendo en la Existencia, costituyéndola, organizándola, contándola por números; no existen ellos, pero son las ideas, los ideales, que intervienen en, y que rigen la Existencia de las cosas, es decir, eso de que las cosas y nosotros entre ellas, en lugar de dejarnos vivir, nos dediquemos a existir, a ser reales, y por tanto nos resignemos al Tiempo real sobre el cual se funda esa Existencia. Nuestras vidas están reducidas a Tiempo, han dejado de ser vida para ser Tiempo contado: el progreso de la Sociedad humana ha llegado al Régimen del Bienestar, la Democracia desarrollada, la identificación de los Estados con el Capital, que consiste en un Futuro contado, el Dinero no es más que futuro —el de los créditos, las deudas, las hipotecas, los presupuestos anuales—; pero la seguridad que el Régimen del Bienestar nos vende está sujeta a la condición de que no pase nada imprevisto.
La Ciencia y la ideación del Tiempo
La Ciencia, nuestra Teología principal, tiene que ocuparse de que sigamos creyendo en el Tiempo, se dedica a producir milagros (aplicaciones técnicas, aparatos) para convencernos (desde que se fundó una Ciencia o Filosofía, con Aristóteles principalmente, lo que se estaba persiguiendo era eliminar el peligro de descubrir que no era verdad), aunque por otra parte, físicos y filósofos mezclados, no pueden perderse tampoco del todo el sentimiento de que hay contradicción, absurdo, engaños, mentiras, trampas, en todo lo que se piensa acerca del Tiempo, como se ve leyendo algunas de las publicaciones que tratan del asunto.
La condición de la Ciencia (o Teología) es la defensa de la Realidad
Los científicos tratan de defenderse contra las aporías de Zenón de Elea (la más clara, ésta: "lo que se mueve, no se mueve ni donde está ni donde no está"), dando lugar a los problemas filosóficos de la continuidad y la discontinuidad, la línea, el punto; sostienen la noción absurda de ‘velocidad instantánea’, se preguntan si nociones como las de el punto (el instante) o el tramo (la línea) son nociones físicas o metafísicas, etc., teniendo sus explicaciones que darse dentro de la Realidad, y es que la condición de la Ciencia es la condición de cualquier Teología: están para defender la Realidad como algo tratable, verdadero, con lo que hay que resignarse, en contra de lo que la razón libre o el sentido común sugiere, porque simplemente tienen que seguir creyendo que la Realidad es todo lo que hay. Ésa es la Fe que cualquier Teología ha estado promulgando, sosteniendo e imponiendo.
La Realidad es discontinua por constitución
Si la Realidad no es todo lo que hay ni las cosas son cada una de ellas del todo lo que es ni nosotros somos cada uno el que es, sino más bien un lío, un embrollo de cosas, entonces dejamos de estar obligados a defender la Realidad como si fuera nuestra casa. La Realidad no puede menos de ser discontinua; es pretendidamente numérica, está compuesta de partes que tienen relaciones unas con otras, trechos que se miden, más o menos largos, es decir, es discontinua por constitución. La Realidad, nosotros, nuestras vidas traducidas a Tiempo, son discontinuas, por tanto la mención de la continuidad es inconcebible dentro de la Realidad. AHORA es algo que nos saca inmediatamente de la Realidad. AHORA tiene la virtud de que cuando se dice ya no es AHORA, que no es que mida muy poquito, es que no mide nada, es que está fuera de la Realidad. Con AHORA va naturalmente la continuidad. Una continuidad de veras nos saca fuera de la Realidad; AHORA (que no es ni punto) y la noción de continuidad (que no es línea, ni sucesión de puntos, sino la verdadera infinitud, que no admite ni trechos ni principios ni fines, en la que toda realidad se está perdiendo) van lo uno con lo otro.
Las imposiciones del Poder sobre lo que era sin fin, continuo
Ya Kant, en la Razón pura, tenía que reconocer que las nociones de medida, de trechos, de discontinuidades aplicadas al tiempo, eran imposiciones de medida que venían impuestas desde fuera y que por tanto lo que había por debajo de esa imposición tenía que ser sin fin. Efectivamente las medidas, los números y todos los demás ideales que se imponen a nosotros, a las cosas, para constituirlas como Realidad, son imposiciones que vienen de Arriba, del Poder (de Dios, que es matemático), y por tanto, como tienen que imponerse sobre algo, quiere decir que aquello sobre lo que se imponen era sin fin, continuo, continuamente haciéndose-deshaciéndose, algo que hay de verdad por debajo de la realidad.
Disponible en:[http://www.diagonalperiodico.net/culturas/lo-hay-hacer-con-muertos-es-comerselos.html]