El filósofo y latinista cree que las Navidades, el Año Viejo, el Año Nuevo y otros jolgorios «se deben al movimiento del Capital»
Jesús Hernández. 02.01.2009 | 11:18
Agustín García Calvo, profesor y escritor.
Se recluyó. Como si de un monje laico se tratase. En su casona. «Para no asistir a este triste espectáculo de los bullicios y las celebraciones de la Nada». Para escribir de gramática y otras normas del lenguaje. Agustín García Calvo no tenía que despedir recuerdos, no tenía que recibir Futuros que siempre se anuncian halagüeños. El latinista, filólogo y poeta, observaba -en la mañana del primero de enero-, con esa mezcla de escepticismo e ironía, los restos de la feria de la jarana y de la cuchipanda. «Las fiestas son siempre malas, y la tristeza es inherente a ellas». Religiones y Dinero, Dios y Capital. Y los hombres tienen más fe, por lo visto, en los segundos que en lo otro.
Aquellas, ay, y estas fiestas. «Ya iban siendo parecidas». Y, revela, «no sólo hasta mi niñez, sino hasta bastante más tarde, yo seguí esforzándome en sacar lo que existía de verdadera recordación del Nacimiento del Verbo Encarnado, y cosas así, en ellas». Aplicado, García Calvo componía «versos, que repartíamos los amigos, durante unos cuantos años. Me duró hasta bastante tarde». Sucede que, «según han avanzado las cosas, y más clara se ha hecho la evidencia del Capital con el Señor, me he ido desengañando cada vez más»
Cree Agustín, tal vez es una de sus escasas seguridades -porque, para él, son como grama que debe erradicarse de raíz-, que «lo principal y dominante de Dios en este mundo es el Dinero. No tiene otra». En esa línea de reflexión, apunta que «para eso están las Navidades, el Año Viejo, el Año Nuevo». Y tales jolgorios «se deben al movimiento del Capital». Porque «los restos de las viejas religiones, lo mismo la Cristiana que otras cualesquiera, están como pretexto para esa función esencial, que es el movimiento del Dinero».
Si las fiestas son intrínsecamente malas... La tristeza ya aparecía en «los años de la primera juventud. Estaba allí. Siempre se hacía sentir. Incluso la gente lo decía: ese sentimiento de la nostalgia profunda que daban las fiestas, lo cual resulta natural». Porque es «como si la condenación a este sustituto de vida que se nos impone, cuando llegan estas fechas, se volviera más clara para quien desea sentirla». El calendario nos rige y, tal vez, nos dirige. Tiempo e historia. Dominio y condominio. «Esas fechas son un don de Dios, si lo tomas como el representante de los ideales que dominan lo existente, sin necesidad de molestarse en existir. De ahí la imposición de números, la creencia en el tiempo, que empieza siendo Futuro, y todo eso»... Eso y la creencia.
Llegó la Nochevieja y se recluyó entre cuatro paredes. Para no presenciar el «triste espectáculo» de la bulla y el festejo. «Hice lo de siempre. Como uno casi no sabe hacer más cosas que hablar y escribir, continué en esa línea».
«Hacía tiempo que no escribía lírica por esa tristeza que me ha entrado»
Trabajar. Es algo que no le cansa, como a tantos. Agustín García Calvo ha publicado cinco libros en el año 2008. «Hacía tiempo que no sacaba poesía, por esa tristeza que me ha entrado cada vez más profunda. Por todo eso de los poetas y la poesía. Así que ahora tendré que cambiar de tercio». Perfila los "Elementos gramaticales", esa empresa «a la que estoy dedicado para intentar meter en el sistema mismo de esta enseñanza, servil al Dinero, algo de un sentimiento que, según creo, es común, sobre lo que es la Lengua, y de lo que no es, y en contra de todo lo que les cuentan acerca de ella».
El lingüista sabe que «va a ser difícil», aunque «lo tengo más o menos montado». Sin embargo, declara, «no acabo de estar satisfecho de cómo meter eso». Pero lo intentará. Y, así, quiere volver a la escritura de cuentos. «Muchos». No obstante, aparece una brizna de escepticismo. «Cualquiera sabe. Lo que vaya saliendo». Y, siempre, recluido en el silencio del pensamiento y en la creación, en el estudio y en la reflexión. Que lo otro sólo es bullicio y ruido jaranero. A lo mejor: Nada.