26 de marzo de 2020

La gran vergüenza del siglo

Acabo de pasar, como tantos otros, un trancazo, y ni siquiera estoy seguro de darlo por pasado: porque ya saben, los millones de ustedes que lo hayan padecido, cómo es el bicho, que, con sus inmundos ataques alternativos a nariz, a garganta, a bronquios u otros recovecos, con sus engañosos respiros, recaídas y vuelta a empezar, sigue su curso, amorfo, mucilento, pero imperturbable, sin conocer una convalecencia como las otras enfermedades ni llegar a un desenlace definitivo.
Bueno, pues ahí tienen: llevamos sometidos a esta peste de la humanidad progresada toda más de 90 años, desde que se estableció, como ya de niños nos contaban, con la "gripe española" a fines de la Gran Guerra: un consumo ingente de vidas, no ya las de los muertos a reata de alguna complicación, sino las de los supervivientes del trancazo común, capitidisminuídos, no digo en su rendimiento laboral en fábricas u oficinas, lo cual podría contar como una bendición, pero a la vez en cualquier impulso que a uno pudiera venirle de amor exuberante o de lúcido descubrimiento de las mentiras; y eso sin consuelo alguno, con un gasto milmillonario en potingues para apenas aliviar, con suerte, algunos de los síntomas transitorios, pero sin cura, y durando lo que el propio trancazo quiera, lo que la sabiduría popular, más certera que la Ciencia, ha aprendido, al cabo de un siglo de sufrimientos, a computar, "28 días, si no lo cuidas, y, si lo cuidas, 27".
Había yo llegado a confiar en la vacuna, ese buen truco de imitar el mal en pequeño para que no ataque en grande; pero este año hasta la vacuna me ha fallado, y me ha dejado libre para maldecir de la peste y del Dios que nos la manda.
Para la Ciencia al servicio del Poder, que les mete cada día maravillas de manipulaciones de órganos y genes, el trancazo común sin cura es ya la gran vergüenza; pero lo que es el INRI es cuando encima les sacan el cuento de la Gripe A, haciéndoles creer que saben de lo que hablan, para distraerles del bochorno del trancazo común sin cura ni consuelo: no se dejen, por favor, y que el ejemplo del trancazo les valga para volverse a descubrir las falsedades del Poder y de su Ciencia.

Publicado en La Razón y en "Mentiras principales" (Num. 31. pp. 79-80)