—Nada: que me he dejado atrapar por ... ya sabéis, y no quería
contaminaros.
—Ya (y gracias), que no te atreves ni a nombrarlo.
—Pa qué?, si cualquier nombre que le deis, catarro o gripe
flu o peste amarilla, todos son falsos: es el mal sin nombre, ¡maldita sea!
—Es verdad: ¿os acordáis, antes de que eso se nos metiera en
este mundo...
—Que hace menos de un siglo.
—Sí: aquéllas enfermedades que aparecen en novelas viejas,
en cartas de los abuelos, tan bien educadas, tan formales, que, fueran leves o
graves o mortales, el caso es que tenían su desarrollo regular, iban por sus
pasos...
—Y hasta ¡hacían crisis!, que decía el médico "Si pasa
de esta noche..."
—Qué envidia me dais, crueles! Y esta peste, ni crisis ni
pasos contados ni convalecencia que no esté amenazada de recaídas. ¡Qué
enfermedad estúpida!, ¡qué estu(¡achús! Perdón)pidez de Régimen nos ha tocao!
—Ea, Suso, no rabies!, que vas a tragarte el pañuelo y todo.
Ten, toma este otro.
—Gracias, Sara.
—Y ven a tomarte aquí un carajillo, que te entone.
—No hay entone, Nacho; nada sirve contra esto, ni miel ni aspirina
ni limón ni ángeles benditos: ello sigue su curso, como si nada.
—¿Es el miasma informe?
—Algo así, Camilo.
—Y, por cierto (venga, échate eso adentro por si acaso, hombre),
¿os parece que eso de los chinos que está llenando estos días espacios de los
Medios será lo mismo?
—Pues claro que lo será: ¿no habéis visto esas fotos de pequinesas
con su mascarilla, lo mismo que aquí Suso?
—Sí: los males que no tienen nombre son todos el mismo.
—,Porque son todos el mal sin nombre?
—Por eso, Sara.
—Y, tocante al caso, ¿cómo entendéis vosotros esto de que esos
casos de la peste china hayan llegado a llenar las planas y pantallas de la
información del Globo entero?
—Algo demasiao parece, sí.
—Algún interéss(ss ¡achús!) tendrá el Régimen en esa divul
gación. -
—Hombre, Suso, ¿vas a echarle también al Régimen la culpa de
tu trancazo?
—A ver quién va a tenerla: ¿no es Él el que administra la
Justicia? Pues, achús, que cargue con la culpa.
—Todo es política.
—Sí, Camilo. Y algo chocante sí que es, que, siendo los
muertos de esa peste apenas unos cientos...
—O sea casi nada, al lado de los que mata el Automóvil, en
un Estado solo, cualquier fin de semana.
—Eso: que haya alcanzado tanto espacio y volumen esa promoción
del caso. Sí que parece que algún interés en eso tiene que haber allá en lo
Alto.
—Y que tendrá que ser un interés muy grande, si consideráis el
sacrificio de intereses, en turismo, en hostelería internacional, que esa
divulgación les ha costado.
—Recuerda el caso
aquél de hace unos años de las vacas locas, que también se cargó cantidad de
intereses en la Industria de la Carne, pero se ve que algún negocio mucho más
grande había en la información.
—Cierto: la Instancia Suprema de la Economía y la Justicia debe
echar por lo Alto cuentas y decidir lo que hay que sacrificar por un lado para
atender a Intereses Superiores por el otro.
—Campanudo estás, Camilo. Confiemos en que la Instancia Suprema
pueda equivocarse.
—Confiemos.
—Pero decidme, sabios ¿cuál puede ser el gran interés en
esta divulgación de la peste informe del lejano Oriente?
—Lo más al pronto, Sara, que te distrae, como todo el
Informativo de la Realidad, de lo que aquí está pasando, de las pestes más
mortíferas que nos envenenan la vida, el aire, y que no aparecen en los Medios,
no.
-Más todavía, Nacho: que, con esta propaganda de males
Informes, misteriosos, sin causa visible, se trata de que no sintamos, que no
veamos la causa de los males, de las muertes, que se nos administran con el
dinero, con la venta de autos, de basura, de información.
—Que ésos los tomemos como naturales.
—No como enfermedad, que es lo que son.
—Y hasta como progreso inevitable.
—Hacia el reino de la muerte.
—Pues ¡vaya conversa que se traen ustés está mañana!
—De lo que pasa, Paco: pa saber lo que no pasa, ya tienes la
Televisión.
—Ahora mismo se la apago, que, lo que es a mí...
—Muchas gracias, libertario: que es que encima tenemos aquí
al Suso con un trancazo que le debe de estar estallando el coco. Pónle otro
carajillo.
—No: ¿pa qué? Si esta peste (ya digo) ni con café ni con alcohol
ni con marihuana...
—¿Ni aunque Sara la piadosa te llevara a acostar consigo?
—Ay no: ni con todas sus gracias y piedades, que tanto
estimo. Pa otros males, sí, la más santa de las medicinas: el olvido; pero ésta
ni te deja olvidarte; te hace más y más cocerte en tu propia esencia.
—Bueno, ésa debe de ser la procura del Régimen en general:
que no te olvides nunca de tí mismo.
Publicado en La Razón, y en "Diálogos de gente" (num. 21, pp. 73-75).
Publicado en La Razón, y en "Diálogos de gente" (num. 21, pp. 73-75).