25 de septiembre de 2012

Vocabulario 6: Masa y Razón

24 Septiembre 12 - - Agustín García Calvo 

Hemos venido viendo cómo, a partir de cuestiones puramente lógicas como «¿Qué es?», el propio ímpetu de la indagación obliga, cambiando a otras cuestiones, como «¿Hay? o «¿Cuántos?», que no son tan puras, sino que se acercan a dotar a sus términos de algo semejante a la realidad, a que la cuestión misma se vaya convirtiendo de lógica en física: por un estremo, lo que se diga de términos ya de por sí formales o matemáticos, como «todo» o «tres» o hasta «23» será lo que menos diga o, en fin, no diga nada, puesto que está ya dicho, y así «trilátero» para «triángulo» o «indivisible» para «23» estén vacíos en tal sentido y sirvan meramente como confirmatorios de su definición, mientras que, por el otro estremo, la aplicación de los términos ideales a cuantías brutas o sin número y a cosas indefinidas, o carentes en cualquier idioma vulgar de todo significado, será, en cambio, la práctica más nueva y creativa de realidades. 

Que, bajo esto, quede latiendo una duda que no sólo turba el sentido común, sino que se presenta a la teoría física, con el problema de la «medida», y obligando a veces a distinguir «verdades» de «pruebas» en las fórmulas, es algo que nos ha llevado en otra ocasión a descubrir que, cierto la madre inmensa es capaz de aprender matemáticas para su formación, pero el matemático es tan solo Dios.

Así es como, por un proceso que funciona entre nosotros en los dos sentidos opuestos, el más puro ideal o astracción desnuda (pasando, digo, de «nada» a «seña de nada», o sea «punto», indibujable, de ahí a punto como cruce de trazos, de ahí…) vienen a sentirse como «cosa» palpable, mientras, en el otro sentido, sentimientos o sensaciones los más brutos y resistentes a toda denominación, van pasando de ahí a precisos y dominantes en uno u otro vocabulario y sociedad y propagándose la supuesta «masa» o palabra como ideal, hasta que el amor, por ejemplo, más bestial y sensitivo se convierta en un objeto de la fe y la teoría. Lo que importa, de momento, es no confundir estas imaginaciones (por así llamarlas) de la génesis o constitución del mundo con lo que está ya dado (y es lo primero que se nos da a los mortales) como realidad: en la cual no puede haber otra cosa, ni debe hablarse de ella, que de la lucha entre la pura razón y la mera masa, la lucha en que las cosas de la realidad están realizadas o realizándose.

Disponible en: [http://larazon.es/noticia/9780-cuestion-de-masa-y-razon-por-agustin-garcia-calvo]

20 de septiembre de 2012

Tertulias Políticas del Ateneo




Tertulia Política número 350 (12 de Septiembre de 2012)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid

Leer más...


Tertulia Política número 349 (5 de Septiembre de 2012)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid

Leer más...


Tertulia Política número 348 (29 de Agosto de 2012)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid

Leer más...


Tertulia Política número 347 (22 de Agosto de 2012)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid

Leer más...

18 de septiembre de 2012

Vocabulario 5: Infinito, cuantía, números y dinero

17 Septiembre 12 - - Agustín García Calvo 

Esto que nos han enseñado a llamar realidad o existencia, que no es todo (ni nada) ni un sinfín o continuidad indistinta, tiene que encontrarse entre lo uno y lo otro, y no puede sino ser una guerra o contradicción entre la verdad (de dios matemático) y esto de que hay o pasa algo que no se sabe.  No puede, en esta imaginación irreal que usamos, pensarse en una separación lógica exacta entre lo uno y lo otro, sino más bien zonas híbridas y difusas, donde, así como «por abajo» las cosas ya entradas en realidad se dejan difuminar en ensayo o poesía, así «por arriba», surgen los números racionales del uso corriente: pues es en una confusión de «infinito» donde se funda la institución de los números: que el odio a la negación desnuda del fin obliga a su incorporación (como «in-», «a-») en la palabra y a la admisión de una interminabilidad que no impida la suma: pues, dejando de lado «2» y «3», que nacen como signos lógicos, los números de la serie progresando por la razón de «+ 1» consisten en que se disponga de computadores sin límite (como no lo tienen las cosas que en el comercio real han de contar)  y quieran así ser  infinitos en potencia, y al tiempo que sean todos, ya que sin «todo», y «1» y «nada», no hay comercio ni ciencia; lo cual no puede ser, pero ésa es la contradicción en que la realidad se costituye.
Sigue abierta la cuestión de la (in)computabilidad, cómo es el trato de «número» con «cuantía bruta», en el mundo; donde el Dinero, que, así como hace que las cosas, por ley de mercado y trueque, se conviertan en dinero, lo que no es más que los números realizados por el trato, se convierta por rebote en dinero y sus números en cosas, que a su vez puedan contarlos unos a los otros, sin que ello impida la intervención del Hombre, la entrada continua de cosas informes del sin fin en la realidad y costante realización contradictoria.

11 de septiembre de 2012

Vocabulario 4: Otros dos, unos cuantos


11 Septiembre 12 - - Agustín García Calvo

Con eso, estamos acercándonos a entrar por las opuestas vías de «hay» y de «es lo que es», en la realidad, esto es, la manera que de ordinario hablan las gentes, y en general tratan las cosas entre sí, de algo que no es la lengua misma que de ello habla; pero sin apresurarnos.
Lo primero que ahí se produce es la división entre cosas: porque, si bien parejas como «lo uno / lo otro» o «a / b» podrían simplemente representar la mera oposición o alternativa lógica, aunque fuera para negarse, como en «lo uno es lo otro», «b = a», basta con que tales fórmulas quieran referirse a algo que no sea su propia lógica para que, por medio del reconocimiento de que «lo uno» es lo mismo que «lo otro», igual que «lo uno», ya la pareja aparezca como repetición de lo mismo, que es la condición que las lenguas vulgares suelen reconocer y llamarla «dos», o con el índice de Dual en las lenguas que lo tengan; y aún podría pensarse que en la fórmula «a + a = 2 a» (donde «+» es un signo de «anulación de sucesión») por la otredad entre ambos miembros tendríamos la condición «3» por vía puramente lógica.
Pero ya esas operaciones no pueden de verdad entenderse si no es reconociendo que se practican no solo desde el campo del «es» sino sobre el campo del «hay», donde, en sentido inverso, «de abajo a arriba», nos muestran, por vía rítmica la (relativa) anulación de la sucesión, y la oposición entre los módulos «2» (…/oo/...) y «3» (…/ooo/…). 
Ello es que nos toca volver al campo del «hay» para descubrir en él algo a lo que podamos, a falta de mejor, llamar una pluralidad indefinida o de cuantos sin número.   
Lo cual, por cierto, nos hace volver a razonar la necesidad de que haya ahí una tal pluralidad de cosas indefinidas, en el campo donde vaga y se agita la realidad contradictoria, por la sola operación de la negación en este razonamiento: «No puede haber ahí todo ni todos» (lo cual le daría una condición lógica que le es opuesta) «ni puede no haber nada» (pues eso contradiría el que se pregunte si hay algo o si no) «ni tampoco puede haber uno o que las cosas sean una», porque entonces no se daría tal cosa como la contradicción real de que partimos, ni nunca habría habido ni pasado nada. 
Lo que pasa al partir de los cuantos indefinidos a los números y a la realidad, habrá que discutirlo otro día, si nos dejan.

4 de septiembre de 2012

Lo que el Poder no puede

AGUSTIN GARCÍA CALVO - 4 SEP 2012. El Páis

 Cierto que, lo mismo en la Fe del antiguo Régimen del Todopoderoso (con un todoque no le quite de ser infinito, claro) que hoy día en los centros, calles y domicilios del Régimen actual, cuando se oye confesar que el Dinero lo puede todo, el Poder tiene que asegurar que sí, que lo puede todo: ¿cómo no va a creer el Poder que sí?, ¿cómo va a decir Él que no?: ¿qué Poder sería ése?

Me acuerdo ahora de que, el año pasado, después de las revueltas llamadas del 15-M, unos cuantos nos pasábamos las noches de verano, hasta ya por estas fechas, acudiendo a la Puerta del Sol con algún humilde aparato megafónico para llamar la atención de algunos de los muchos transeúntes y juntar así algo de asambleílla donde tratar cuestiones políticas vivas y del común.

Una de ellas era ésta de “A ver, imaginemos: ¿es posible, se puede vivir sin dinero?”. A lo cual, entre otras cosas, recuerdos y testimonios que surgían, uno que andaba por allí, no tan joven, se adelantaba a preguntar con un tris de sorna: -¿No sería mejor que nos preguntáramos antes si se puede vivir con dinero?

A eso, algunos salíamos enseguida: -Aquí el amigo parece que quiere usar eso de vivir de otra manera que la corriente.

-Pues no sé: yo lo decía con el mismo sentido que se dice de los bichos y las yerbas y las otras cosas, y ésas no me negaréis que no viven con dinero. -No, ésas no. Salvo el caso de que sean tuyas.

-¿Mías? ¡Ja! Pero ésas ¿no ves ya que no son cosas? -Ah, ¿no? Pues ¿Qué son? -Dinero ¿no? Está claro.
-Demasiado liosas están ellas de por sí: ¿no nos llamábais a desenredarlas? -Acaso; o al menos que no nos engañen tanto.- Lo que está claro es que quieres armarnos un lío con las palabras.

-¿Cómo?, por ejemplo. -Por ejemplo, así: el Poder, sea quien sea, ¿no es el que puede?

-Sí: el Alcalde, el Administrador, el Banco, el Padre de Familia, o Dios o la propia voluntad de uno, eso es el Poder, el que puede, ¿no?

-Y ¿Qué es lo que puede? -¿Cómo que qué?: pues eso: lo que pueda, más o menos, 3 semanas, 5 siglos…

-Pero no todo, lo que, al llegar a este ruedo, se oía. -Hombre, eso detodo… -A lo mejor se pasa de poder. 

-Es que si pudiera todo, no tendría ya nada que poder.

-¿Quién es la que se atreve a decir eso? -Nadie, una desconocida; no importa, y sigue.

-¿Vuelvo a preguntaros qué es lo que el Poder puede? -Pues lo que puede, ya está: ni más ni menos. O sea, lo que está mandado. Porque ya sabéis: los que mandan son los que obedecen, y, cuanto más obedecen, más mandan.

-Por eso será que el Poder no ha podido inventar un truco con más poder de engaño que el del régimen democrático.

-O sea el pueblo dominando al pueblo. -Como si el pueblo pudiera ser otra cosa que lo que sufre el Poder.

-Y ¿no será que viene usted aquí, para librarnos del Poder, a engañarnos con ilusiones y esperanzas? -No puedo: ese oficio está ya ocupado: es de lo que los políticos, financieros o padres os informan cada día, a cada momento, para que os creáis más y más que no hay más que eso: que el Poder lo puede todo.

-Ya. Así que usted ha descubierto que no es así y nos lo viene aquí a cantar.

-A ver, ¿Qué es lo que el Poder no puede? -Por lo pronto, lo que ya ha pasado: eso no puede hacer que suceda, ¿no? -Acaso. O acaso otra vez. -O muchas. -Pero eso ya no será lo mismo. -Y, si no es lo mismo, ya eso de otra vez será otra cosa

-Así que acabemos, compadre: ¿qué es lo que el Poder no puede? -Lo que es probable. -Ah. -Lo que no es futuro, ¿verdad? Ya entiendo: porque lo que ya es futuro, ya está hecho, ya se sabe, y no puede pasar.

-¿Eh? ¿Qué es eso? Pero las probabilidades, hombre, no son hechos, no se saben. -Pero se calculan, muchacho, como tú sabes, por el cálculo de probabilidades: ¿no es eso cosa real o del Régimen?

-Es en eso en lo que el Poder está fundado. Las probabilidades, que el Poder sabe, son las muertes de las posibilidades que el Poder no sabe, maestro.

-Y entonces, ¿cuántas cosas hay que el Poder no pueda? ¿Muchas? -Pues ésas, ésas: como las que el Poder puede nunca son todas, éstas son (¿cómo decírtelo?) casi todas, hermanita.

-¡Ay, verano del 2011, si volvieras a reír como tú sabías! Porque, lo que es los que nos esperen…


Vocabulario 3: Lo hay/Lo es

4 Septiembre 12 - - Agustín García Calvo

Antes de volver sobre las nociones o cuestiones de lo que es lo mismo y lo que no es lo mismo, debemos detenernos todavía en esas dos maneras elementales que las lenguas del mundo tienen de decir de lo que sea que lo es o decir que lo hay, tan opuestas entre sí y, al parecer, tan elementales la una como la otra. Muchas lenguas hacen eso sin necesidad siquiera de usar, como suelen las nuestras, índices como «es» o «hay»; por ejemplo, diciendo «Ladrones» y  dejando que, según la situación, eso se entienda como «Hay ladrones» o como «Son unos ladrones». Pero, hágase como sea, lo primero que parece oponer la una a la otra es que, con «hay», la frase está apuntando al lugar o ámbito en que se dice, mientras que, con «es», la frase se refiere al campo del vocabulario mismo de la lengua, de modo que en la frase en cuestión la palabra se aplique a uno u otro grado de astracción de los significados. Ya se entiende que, por el primer camino, el del «hay», se llega a exageraciones más o menos amplias, e.e., se tiende a una sumidad, «en todas partes», en verdad inalcanzable para el uso real (pues no hay en realidad «todo» ninguno), pero se abre la cuestión del uso abierto o absoluto del «hay», que es  a nuestro intento reveladora; mientras que por la vía del «es» avanzamos, por otras exageraciones, a la sumidad (igualmente inalcanzable en rigor en la práctica de la lengua) de que, por grados como… «besuguillo» - «besugo» - «pez» - «animal»... se venga a parar en el significado más alto (y por tanto el más bajo para cualquier ignorancia) de cuantos en una lengua vulgar puedan darse, a saber, «cosa», por más que  como vemos en la breve historia de nuestras lenguas, apenas una palabra (como gr. chrêma, chréos, o prâgma, o en lat. rês o en lat. vulg. causa)se ha acercado a alcanzar esa sumidad de la astracción, ya está perdiéndola por recaída en otros usos más concretos o aspirando a que otras la sustituyan para su fin, entre ellas acaso el propio índice «es» en formas como «el ser» (y «los seres»), esto es, haciendo revivir el problema del Ser al que torpemente se han dedicado teólogos y filósofos, y que aquí tratamos de eliminar por recurso a la gramática común o lógica elemental.