7 de diciembre de 2012

Agustín García Calvo: El hombre que supo decir ¡no!


Profesor, filósofo, filólogo, traductor, poeta, dramaturgo… El 1 de noviembre fallecía a la edad de 86 años uno de los grandes pensadores e intelectuales de nuestra época, Agustín García Calvo.
I. Nistal Periódico cnt
Natural de Zamora, buena parte de su vida transcurrió en la capital (autor del himno de la Comunidad, conocidas eran sus tertulias en el Ateneo de Madrid), donde se doctoró en Filología Clásica, ocupando una cátedra primero en Sevilla y posteriormente en Madrid. Su apoyo a los estudiantes libertarios tras las protestas estudiantiles de 1965 (anticipándose al famoso mayo del 68) le obligó a tomar camino al exilio francés. En 1976 pudo regresar de nuevo siendo restablecida su cátedra, permaneciendo con ella hasta 1992, año en el que se jubiló.
Defensor de las ideas anarquistas, a través de sus escritos y  conferencias pudimos comprender su posicionamiento contra el Poder, el Estado, el Capital, el individuo, la pareja, la familia, el futuro, el progreso, la democracia… en definitiva, contra todo lo establecido, siendo capaz de hilar y razonar cada aspecto como ningún otro, de ahí los diferentes premios nacionales a su obra y el reconocimiento institucional y mediático tras su muerte, algo que por otra parte a buen seguro le indignaría bastante. Hablando de indignados, el nacimiento del 15-M le hizo rejuvenecer, siendo un asiduo a sus actos (su famoso discurso en Sol lo reproducimos en nuestras páginas – verCNT nº 381).
Su activismo anarquista se puede encontrar a lo largo de toda su vida. En su Zamora natal participó en la Escuela Superior de Sabiduría Popular tras la ocupación del Cuartel Viriato (1990). Y poco antes de morir había mostrado sus intenciones de apoyar a la asamblea contra el AVE a su paso por Valorio. Memorable fue su “Manifiesto de la Comuna Antinacionalista Zamorana”.
También en el exilio francés ejerció su condición de activista como traductor para la editorial Ruedo Ibérico, organizador de tertulias políticas en el Barrio Latino, co-autor del opúsculo “De los modos de integración del pronunciamiento estudiantil”, apoyo y cobijo para miembros de Angry Brigade, del Grupo Primero de Mayo, y demás activistas antifranquistas y anticapitalistas.
Relación con la CNT
Destacado conferenciante, asidua fue su presencia por toda la península en los diferentes actos culturales del sindicato, especialmente en la década de 1980 y 1990 (Puerto Real, Salamanca, Zaragoza, Valladolid, Granada, Compostela, Barcelona, Zamora…). También participó en la Semana Cultural del V Congreso de la Casa de Campo de Madrid (1979).
Fruto de esa estrecha relación con la CNT colaboró en sus publicaciones siempre que fue requerida su presencia: CNT, Bicel… participó junto a su compañera sentimental Isabel Escudero (también poeta y ácrata) en el libro “¿Quién dice no? En torno a la anarquía”, así como en el libro “Cien imágenes para un centenario”, con motivo del centenario de la Confederación Nacional del Trabajo, ambas publicaciones editadas por la Fundación Anselmo Lorenzo (FAL). También editó su libro “Contra el hombre”.
En el funeral no faltó una corona de flores del sindicato, así como la presencia de José Luis García Rúa, ex-Secretario General de la CNT y amigo de toda la vida de Agustín tras coincidir ambos en Salamanca durante la carrera de Filología.
¿DE VERDAD MURIÓ NUESTRO AGUSTÍN?
José Ramón Palacios, Fundación Anselmo Lorenzo
En la mañana del día 1 de Noviembre del 2012 murió, en su Zamora natal, Agustín García Calvo… Realmente así lo propagaron los medios a toda página. El Régimen celebró con pesar, decían, sus extraordinarios méritos personales: sus premios- como personaje mereció ganarlos todos-, sus escritos, sus palabras, y hasta sus furibundas diatribas contra el Régimen.
Políticos, sesudos intelectuales, y arribistas de todo pelaje y condición, para gloria propia, alabaron el éxito profesional del maestro; algo que él siempre desestimó porque el valor personal es el precio que pagamos “para ir tirando”, realizados como individuos, cosas del Régimen, y claro, lo que tiene precio carece de valor. Y todas las alabanzas coincidieron en reafirmar el triunfo, desgraciado, de la muerte como futuro inexorable que a todas las personas nos espera, y como tal, la trampa ideal que impide el disfrute de la vida, suplantada por una tediosa existencia prisionera del tiempo real que nos cautiva. Ignorantes de estas y de cualesquiera otras sencillas enseñanzas del maestro, como que “si algo pasó, pasa, o puede pasar de verdad, solo puede pasar ahora, fuera, pues, del tiempo real”, al final supieron entre todos poner las cosas en su sitio, como está mandado: mandaron a Agustín con su extraordinaria obra, al limbo de la historia y el recuerdo. Y hecho el cómputo volvieron a cuadrar las cuentas: un muerto más, un vivo menos. ¡Descanse en paz!
Sin embargo, a veces en algún lugar, la gente se reconoce  en los demás, se desparrama por el discurrir de lo común de la razón, se siente libre de la pesada carga de ser cada uno lo que tiene que ser, y entonces gritan y hablan los corazones, la chanza de la vida reaparece, y ahí siguen como siempre la mueca burlona del maestro y sus decires, los argumentos y sano juicio de sus queridos presocráticos, y las ingeniosas ocurrencias de cualquiera para denunciar la falsedad de la realidad que constituye este asfixiante “Régimen Progresado”; para  descubrir que el orden democrático también es el orden impuesto por los de arriba y descreer de la fe de los de abajo que lo sustenta; para combatir el poder del dinero y el dinero del poder; y para recordar que un fantasma recorre sin fin, por lo bajo, pueblos y corazones, y de cuando en cuando se aparece a la humanidad como fresca vida nueva, hasta que se consuma y  consume en el ideal revolucionario, realizada como otra histórica revolución para el estudio. Y aquí llegado, inocente y cargada de ilusión, surge una pregunta: ¿de verdad murió nuestro Agustín?
¡AY, AGUSTÍN, SI VOLVIERAS A REIR COMO TÚ SABÍAS!
Antonio Orihuela, poeta
España siempre ha sido un país de payasos del Poder, no de filósofos, no de hombres justos, sabios, apasionados del conocimiento, de la razón común, de lo que de pueblo pueda quedar en cada uno de nosotros. Solo sabiendo que España es un país de payasos se explica que la muerte de Agustín García Calvo haya sido hurtada de todos los medios de formación de masas a los que él tanto atacó como criticó, y que ahora, póstumamente han vuelto a hacerle el mismo vacío que ya conoció. Poco importa, Agustín seguirá siendo querido y leído como él quería, lejos de las grandes tribunas del Poder, y los homenajes se le harán, como así fue mientras estuvo entre nosotros, por los de abajo, sus lectores, la gente que compartía con él el gusto de la charla y el debate. Todavía hoy se puede leer en la página de la web de Lucina, la editorial que montó para que pudiéramos leer sus textos, las dos intervenciones que tenía previstas para el mes de diciembre, en Madrid, la posibilidad de recibir, en el mismo corazón de la Bestia, el aire fresco de su pensamiento en la Tertulia que celebraba todos los miércoles en el Ateneo para delicia de anarquistas, ex alumnos, poetas, estudiantes, filósofos y delincuentes.
A Agustín, a pesar de ser uno de los pensadores más lúcidos de este país nunca le sonrió el éxito, esa cosa que el Poder ha fabricado para los dóciles, los que siguen la corriente, los que jamás van a levantar la voz contra el Amo. A cambio, Agustín disfrutó del mejor de los tesoros, el de la cálida amistad de los que lo leían, lo escuchaban, lo consideraban su maestro. Así fue desde los lejanos días en los que la maravillosa solidaridad de José María Valverde y el que había sido su maestro en Salamanca Antonio Tovar renunciaron a sus cátedras voluntariamente como protesta contra su expulsión de su cátedra en la Universidad Complutense por apoyar las protestas estudiantiles de mediados de los sesenta.  Gestos así hablan de la calidad humana que se gastaban algunos de esa generación, la dificultad para encontrar dentro y fuera de la universidad española de luego y de ahora personas de esta altura, con esta disposición a la justicia y la camaradería, con esa capacidad intelectual que derrochaban a raudales y de la que el mismo Agustín siempre fue un exponente sin igual.
Envuelto en sus camisas de colores, constantemente interrogándose hasta sobre su propio nombre,  Agustín merodeó toda su vida alrededor de la lengua, los problemas de gramática centraron su actividad intelectual ramificada desde ese hablar, ya fuera la filosofía presocrática, el tiempo, Dios o la realidad, y frente a ellas, el teatro y la poesía como lenitivos que sus amigos, no sólo Chicho Sánchez Ferlosio y Amancio Prada, se encargaron de difundir para todos los que quisieron escuchar su palabra que, frente a la Cultura que el denigraba porque era instrumento del Poder y cadáver del capitalismo, era anónima, gratis, libre, directa  y sin forma fija.
También cultivó el género periodístico, desde sus columnas se convirtió en el azote de la mediocridad burguesa atacando al Estado, la religión, la ciencia, la familia, la pareja, el individualismo, el automóvil, la paz, la democracia, el nacionalismo, la titulitis, la sociedad del bienestar o el futuro, desde una posición libertaria y negacionista que constituye el cemento de toda su producción intelectual.
Agustín trataba de dar voz a un sentir anónimo desde el que se oponía a los manejos del Poder. Desde él denunciaba la realidad acotada según las prescripciones del Poder y a él sometidas, apostando en sus discursos por liberar lo impredecible, lo sometido, lo imprevisible  que pueda ocurrir, identificando ésta posibilidad como la única oportunidad de vincularnos como gente que en su indefinición e inmanejabilidad lucha contra el Poder y la Realidad. Que es pueblo en la medida que sufre el Poder, un poder que lo puede todo en la medida que tiene muchas caras, no todas coactivas ni coercitivas, porque el Poder también está ocupado por las esperanzas, las ilusiones con las que hemos sido colonizados, el Poder también es el de la publicidad, los padres, la educación, los exámenes, el dinero, los bancos, los políticos que nos aseguran que ellos, en la medida que tienen el Poder, lo pueden todo menos lo que no se sabe, lo que aún no está hecho, lo que puede pasar, todas esas probabilidades que no son aún Realidad ni Régimen y por lo tanto que quedan fuera del Poder y contra las que el Poder no puede y que mientras se mantenga en esa naturaleza el Poder nunca podrá con ellas.
En esta lucha, Agustín consideraba que el lenguaje tiene un papel fundamental en la opresión de la gente aunque, paradójicamente, también en el lenguaje, partiendo de él, se encontraba el lugar desde el que podría liberarse la potencia de la gente contra la opresión del Estado y el Capital en la medida que el lenguaje es tanto un territorio ocupado como una tierra de nadie de donde aún puede brotar lo imprevisible, lo inesperado que quiebre el orden estatista, la expresión popular por excelencia. Una potencia que lejos de reconocerlos como interlocutores debía negarlos como única alternativa para no caer en sus garras.
Unas garras de las que ni el mismo Agustín estuvo nunca a salvo, debatiéndose toda su vida entre la dialéctica de la libertad y la sumisión, entre lo que se puede conseguir y el precio que hay que pagar por ello. Desde esa lucha se enfrentó al Estado, que lo envió directamente al exilio, a la Hacienda Pública, que lo encausó, a las instituciones culturales que le dieron unas veces de lado y otras lo cortejaron con premios que él aceptó a regañadientes y entre titubeos.
Y contra esas garras aún le quedaban fuerza, rigor y gracia, a sus ochenta y cinco años, para sumarse a las protestas en la Puerta del Sol, con la gente viva del 15-M, a donde estuvo acudiendo durante meses todos los jueves para, megáfono en mano, hablar con quienes quisieran sentarse a su lado sobre los grandes enemigos que la gente tiene, para desengañarnos a todos del futuro, esa arma con la que el Poder nos somete y seduce, para llevarnos a su redil aún más sumisos, domesticados y previsibles, para matarnos así en vida. Frente a ella, también Agustín alzaba su portentosa voz para decirnos que solo reconociendo que no tenemos futuro, que no queremos ningún futuro, podemos liberarnos del Poder y de sus instrumentos para empezar a vivir la vida impredecible del aquí y el ahora juntos.
Con esa alegría, la de las asambleas de la primavera de 2011, que Agustín estaba esperando volver a recuperar desde aquel lejano 1965, se despidió de nosotros hace unos días. Salud, anarquía y hasta siempre querido maestro.