Agustín García Calvo imparte una de sus clases en la Escuela de Sabiduría Popular en el Cuartel Viriato.
Foto L. O. Z.
SUSANA AZARIAGA
Viernes 02 de noviembre de 2012
Viernes 02 de noviembre de 2012
Siempre contra el poder establecido, del Estado capitalista, a favor del
pensamiento libre, junto a las causas en las que el pueblo llevaba la
voz cantante. Agustín García Calvo encontró una oportunidad única para
desarrollar su proyecto de una educación sin ataduras, tras producirse
la toma popular del Cuartel Viriato para exigir su reconversión como
sede universitaria, el 30 de mayo de 1990.
El profesor, filósofo,
dramaturgo, poeta, traductor..., el intelectual ácrata se implicó hasta
el tuétano en el proyecto de los ciudadanos, de aquel «colectivo
ciudadano» que abanderó la utopía. Y a mediados de junio de 1990, tras
exponer la propuesta en una asamblea, impulsó la «Universidad Libre de
Zamora-Escuela Superior de Sabiduría Popular», con la pretensión de
crear un lugar de encuentro para la cultura, de intercambio de ideas y
de debate, lo que más gustaba al pensador zamorano. García Calvo soñó
con transformar el acuartelamiento militar en casa común de la cultura,
donde ilustrar a los zamoranos al margen de los cauces ordinarios, de la
enseñanza reglada. Un sueño que el profesor logró mantener con vida
durante tres años.
En el aula improvisada del recinto militar, la misma que servía para desarrollar las asambleas ciudadanas, García Calvo impartía «cada semana una clase, gratuita», remarca Francisco Molina, militante de IU que formaba parte de los «insurrectos» ocupantes del Viriato. Fue una experiencia inolvidable compartida con otros ilustres zamoranos, maestros en lo suyo, como el intelectual fallecido en la madrugada de ayer. Entre esos nombres, los artistas Luis Quico, José Luis Coomonte o el profesor y escritor Lorenzo Pedrero y el historiador Miguel Ángel Mateos, entre otros que el recuerdo no logra traer a la luz.
Del otro lado de la tarima, quienes le escucharon, disfrutaron de su privilegiado talento y basto y completo conocimiento. Rememoran las clases con auténtica pasión y admiración. Nada le era incuestionable y de todo daba una lección magistral. Su técnica para enseñar era «provocar» a su auditorio, que entre las paredes desgastadas de aquella habitación, le escuchaba con auténtica veneración. Gustaba de iniciar su discurso a partir de las sugerencias del público, «instaba a que se introdujera un tema de debate», explica Molina que se convertiría en estudioso del insigne zamorano a partir de aquellos encuentros. Tras el hilo de las cuestiones planteadas, García Calvo iba dando cuerpo a su clase, desgranando sus anarquistas teorías filosóficas, un apelativo que no le gustaría nada leer porque «siempre se mostró en contra de la Filosofía» y de los intelectuales, «cómplices del régimen» que anula al hombre a su entender, apostilla Molina, quien le acota como «un pensador», un pensador libre, como rezaba su poema «Libre te quiero», musicado por el cantaautor Amancio Prada. García Calvo no dejaba indiferente a nadie, con sus intervenciones suscitaba debates acalorados e intensos, «era un polemista», siempre rompiendo el pensamiento clásico. «Su idea contra la realidad, «primera mentira que hay, todo puede ser de otra manera»», sostenía, impregnaba todos sus discursos, su forma de interpretar el mundo y al ser humano. Sobre ello disertó durante su docencia en la Escuela de Sabiduría Popular, como «del poder, del Estado y capital, de su dominio a través de la cultura» para quien era un anarquista libertario. Sobre «la aspiración a la felicidad y la imposibilidad de conseguirlo por la falta de libertad» también reflexionó.
De su escepticismo da fe la firma de los últimos libros, con su nombre entre interrogaciones porque «defiende que no somos lo que creemos que somos». Por eso, «no se definía, eso supone eliminar al ser humano». El filósofo, profesor, traductor, ensayista, poeta, novelista..., mantenía en sus últimas obras que «somos muertos vivientes». Descanse libre.
Disponible en: La Opinión de Zamora digital