Miles de epidermis conformaban el acné multicultural del autor de Contra el hombre. Incomprendido en su complejidad, excéntrico hasta lo singular, ilimitado en los horizantes de su talento y sagaz guerrero contra las injusticias programadas por el dogmatismo; el que fuera -entre otras cosas- Premio Nacional de Ensayo en 1996 dejó el pasado 1 de noviembre su tiento sutural por la realidad española, al fallecer en su hogar zamorano peinando las canas revoltosas de sus más de ocho décadas de existencia. Muchas fueron las artes que tocó con su cerebro de sempiterno niño en continuo estado de rebelión (de la traducción a la poesía, de la política de barricadas al teatro, de la filosofía a la teología de naturaleza nihilista); pero, de entre el caudal de tinta que se ha publicado estos días en los papeles de los diarios a tenor de su triste partida a la inmortalidad, pocos meandros han recalado en su relación con el cine. Con el fin de mitigar este silencio injustificado, el periodista José Arroyo Gago ha tenido el gusto de compartir con todos los lectores del presente blog el amor de chocolate y peladillas que unió a García Calvo con el universo de las imágenes en movimiento. Una cara oculta del genio que el ilustre crítico cinematográfico reflejó a modo de charla con espejos -redactada por el propio don Agustín- en su libro Un siglo y pico de cine en Zamora (1897- 2011) Sin censura previa... Leer más