18 de enero de 2015

Toda y sola la verdad

24 de febrero de 2011. Agustín GARCÍA-CALVO. En: La Razón

Da pena y da miedo esa fe con que en los juicios, en las investigaciones policíacas o científicas, también en los lazos conyugales, se pide o se jura la verdad: pena de la miseria humana que se aferra así desesperadamente a un fantasma,  a un ideal; miedo, porque es esa fe la que ha servido y sirve para justificar guerras o patrióticas o santas: ¿qué guerra se iba  declarar sin fe en el Estado y sus fronteras, sin fe en Dios sobre todas las cosas? Y, ya metidos en guerra, ¿quién será el valiente que se atreva a dudar de su Patria, de su Dios o de su Causa? Y lo mismo para alimentar toda laya de crímenes personales («La maté porque era mía»), y para alimentar a los medios con información verídica de lo que ha pasado, y para sostener el aparato mismo de la Justicia que absuelve al bueno y castiga al malo. En realidad, en esta existencia que nos traemos, no cabe verdad ninguna; en la realidad no hay verdades: eso pertenece al ámbito del ideal, al reino del dios matemático, donde el triángulo y la esfera, donde «todo», «1», «0», que son verdad sencillamente por la ley de que, en «A=A», el A primero es el mismo que el segundo, cosas que en la realidad ni se dan ni pueden darse. Los sucesos reales que la pantalla o la noticia del diario te ofrecen no son más que imágenes y escritura, que, si otro en otro lugar desde otro ángulo los retratara, la realidad sería otra; y la verdad de los hechos que cada cual en el Congreso o en la disputa conyugal proclama no será nunca más que lo que él se cree.


La única alegría

Ahora, si es una libre diversidad de creencias que se conjugan entre sí, como creen, los fieles de la Democracia, bueno, no pasaría nada grave: lo malo es que tienen que ser de verdad cada una de ellas, porque, si no, no tiene uno fe para sostenerla, y en esa fe le va a uno su ser: cada uno en su fe y Dios en la de todos. ¿Le va a usted bien, querido lector, con esa ley? Pues, si no le va, venga, deje de creerse lo que le cuentan los medios o su cónyuge o la Ciencia, y déjese sospechar que la sola verdad, la sola alegría es... que no era verdad.


http://www.editoriallucina.es/articulo/mentiras-principales_9.html

GARCÍA CALVO, A. (2013). Mentiras principales. Lucina. Mentira 66